Hoy he llegado muy temprano a la playa, los pescadores ya estaban faenando
Mientras unos recogían la red, otros remendaban con la aguja y otros como yo mirabamos atentos la faena.
En cuanto ven que se acerca el Cuchi corren para participar en el arrastre del bote hasta la arena. En la llegada siempre hay un intercambio de miradas y algunas medias palabras. Entre ellos saben lo que traen y el patrón decide cómo se va a distribuir.
Extienden unos toldos en la arena y colocados en dos filas y con la red entre las manos comienzan a recoge el arte.
Manolo el gordo sentado en un tablero va recogiendo la cuerda gorda y haciendo con ella grupos de seis o siete vueltas.
Mientras hacen su trabajo sin dejar escapar ni el pescado atrapado, ni el forraje que viene con él ni los pedazos de red que necesitan remendar , llevan una animada tertulia sobre el antes y el ahora sobre unos y otros, sobre vientos y mareas.
Quisiera congelar todas sus miradas, cada arruga de su piel, sus manos y sus pies faenando, las txapelas y las viseras, las redes y los baldes, la mar serena y cada una de sus expresiones.
Observo con atención la costura de la red ,admiro su pericia con la navaja y con la aguja, esas manos y pies curtidos y con las uñas resecas se vuelven finas y delicadas en su trabajo. Me esfuerzo por retener cómo lo hacen quiero aprender.
Me quedo siempre pensando y hoy decido pensar en alto y pienso en la tradición sostenida, en la coordinación entre ellos en la dureza del mar y en la sabiduría de los marineros.