La semana pasado estuve dos días en Madrid. Mi amiga Emma tenía organizado en mi honor un plan intensísimo de paseos, cañitas, exposiciones y teatro…Sabe que desde mi perspectiva provinciana, pueblerina ya cada vez más, me encanta de vez en cuando empacharme de asfalto, y cultura.
Vimos El malentendido, yo iba con muchas expectativas y me decepcionó un poco. La puesta en escena con el público alrededor de los actores me resulto muy agradable. La interpretación, realmente difícil por la intensidad de los personajes, se me quedó un poco corta, y la historia que plantea Camus sumamente hermética. Ni un pequeño respiro deja.
De todo lo que vi en esos dos intensos días, sin duda lo que más me gusto fue la exposición de María Blanchard en el Reina Sofía. No tenía mucha idea de quien era María Blanchard pero me atrajo su vinculación con las vanguardias especialmente con el cubismo.
No recuerdo bien qué profesor de literatura me hablo por primera vez de las vanguardias. Lo que sí recuerdo perfectamente es de que sentí que aquello era algo diferente, fue como una sensación de aire fresco en la atmósfera fría y cerrada de la historia de la literatura.
Los poetas, los pintores los cineastas, ya no eran adultos lejanos, eran jóvenes inquietos ,rebeldes, atormentados y creativos. Recuerdo que por primera vez en aquella educación de mi época tan racional, fría y normativa escuché hablar de creatividad y de un lenguaje que se dirigía a los sentimientos a las sensaciones y no a lo racional. No había que entender había sentir,teníamos percibir sensaciones.Todo aquello me resultaba emocionante. Creo que tuvo que ver con que terminase siendo profesora de literatura.
El otro día en las salas del Reina Sofia recorriendo los cuadros de Maria Blanchard, reparando en la estética de sus colores, en la luz de alguno de sus cuadros, en la miradas de las mujeres y niños que representa, respiré una atmósfera de ternura y de melancolía que me cautivo.
Tengo la impresión de que entender que la realidad es múltiple y diversa y que se puede ver desde muy diferentes perspectivas, es una de las cosas que más ayuda a vivir con amplitud de miras y espíritu tolerante. A mi me gusta tenerlo siempre presente. Por eso ese interés por buscar nuevas perspectivas y por renunciar a la perspectiva tradicional y experimentar con la descomposición de las figuras me parece muy brillante. Blanchard estaba inmersa en esta aventura cubista.
Cuando yo descubrí el cubismo su nombre no aparecía, entonces salvo Santa Teresa y la Pardo Bazán, no había mujeres artistas, para ser artista había que ser hombre. Incluso hoy es una gran desconocida.
El año pasado por primera vez un documental rescata la figura de la pintora para situarla entre los grandes nombres de aquel momento de revolución de las artes. Rue du Depart 26. Érase una vez París, de Gloria Crespo, reivindica la trayectoria y méritos de Blanchard