Aunque parezca extraño no me gusta mucho viajar. Sí que me agrada conocer lugares nuevos pero cuando un sitio me atrapa necesito volver, profundizar en él y seguir conociéndolo. Impregnarme del lugar con los cinco sentidos. Como esto no es fácil y sé que «quien mucho abarca poco aprieta» reduzco mis viajes a lugares cercanos y sencillos. Cuando llegué a Chauen perdí pronto la prevención que en nuestra cultura y educación tenemos hacia lo diferente y supe enseguida que allí tenia que volver.
A pesar de tener una ideología, unas costumbres un idioma tan distintos, en Chauen es fácil establecer comunicación, aprender y compartir porque en Chauen llevas los sentidos, los cinco sentidos, a flor de piel .
La vista se empapa de luz y de color, el oído escucha el bullicio y el silencio, el canto de los pájaros y las letanías de la oración.
Compartir supone tocar, abrazar, besar, sentir la suavidad de la piel y la frescura del agua que corre. Compartir supone mirar y reír.
Aromas intensos a especias, a menta, a jazmín, a jengibre, aromas desconocidos que vas poco a poco aprendiendo a identificar. El deleite del paladar recuperando sabores auténticos, el sabor del buen pan, de la fruta y la verdura y descubriendo sabores nuevos, intensos, dulces, agridulces, picantes, especiados. Los cinco sentidos a flor de piel y la necesidad de volver.
Chauen con los cinco sentidos,
Chauen con los cinco sentidos, un álbum en Flickr.