Me había propuesto salir de mañana para visitar la lonja o las pescaderías en el mercado.Estando en los fiordos, en esta parte del océano atlánticos, en un pueblo con tanta tradición marinera, y viniendo de aquella otra parte del atlántico en donde muchos de mis amigos son pescadores, merecía dedicar mi atención al pescado.
Juan el amigo de Huelva que con tanta paciencia e interés nos enseñó Tromson nos había hablado de que en una plaza junto al puerto se vendía el pescado que llegaba como si fuese la lonja.
Allí que me fui de par de mañana. Serían las nueve cuando coincidí con un amago de amanecer, preciosas luces, instantes mágicos. Entre quedarme ensimismada y hacer alguna foto, eran más de las 9,30 cuando llegue a la plaza y allí no pasaba nada.
Un hombre muy sonriente me miraba, parece que el trípode, la mochila y los mil colgajos que llevaba en mi paseo mañanero, le llamaron la atención. Yo me acerqué y le pregunté por el mercado de pescado. -No hay mercado -me dijo-, en Tromson no hay mercado, ahora están haciendo uno que estará para el próximo año.
Con mi escaso inglés y con muchas ganas de hablar le dije que tendría que volver cualquier día del próximo año para ver el mercado.
El cielo estaba despejado y estaba tomando distintas tonalidades, recorrí la ciudad buscando de donde venia y a donde iba la luz, todo un misterio. Después de dos horas, serian las 11.30, cuando ya casi de noche decidí darme un descanso, y al mirar los edificios buscando un cafe topé con la pescadería.
Ya estoy dentro de la pescadería, contenta de poder saludar al salmón noruego y al bacalao, no tengo que pedir la vez porque estoy completamente sola. Lo primero que me sorprenden son los bacalaos secos colgados exactamente igual que en Herpac Barbate, la forma más antigua y tradicional de conservar el pescado, según me cuentan los amigos marineros, los colgaban en los barcos a secar.
Distraida con el corazón de gamba, me sorprende un hombre afable con cara de buena persona y me atrevo a pedirle permiso para hacer unas fotos del pescado. Parece que le gusta la idea le veo ilusionado de que me interese por su mostrador, me invita incluso a pasar a dentro donde está limpiando bacalao fresco, va sacando los lomos para colocarlos luego en la bandeja del mostrador.
Me señala con orgullo una bandeja en el suelo, nos cuesta dar con el nombre del pescado que yo no reconozco a simple vista, pero como los dos tenemos interés en entendernos conseguimos saber que se trata de un fletan o halibut y que lo vende en rodajas.
Allí está también la gamba salvaje noruega, me llama la atención su rojo intenso. Anda que no tienen que estar buenas estas gambas pescadas en los fiordos con todo el sabor de las aguas frías y puras del mar de Noruega, se me hace un poco la boca agua.
Le tiendo la mano para despedirme, Pilar . Ejnar me responde. Nos reimos repitiendo PilAR -EjnAR , EjnAR -PilAR , nos divierte esta coincidencia sonora. Ejnar -le digo- si un día vuelvo a Tromson, que me gustaría, le compraré el pescado para hacer una buena cena en el apartamento.
Hago la cuenta mental: un kilo de gamba 129 kr, uno de bacalao 189kr, y otro salmos ahumado 229 kr, total 547kr que vienen a ser más o menos 68 euros. Un buen banquete para 6 que si lo completamos con pan, buenísimo en Noruega y queso también muy rico saldría una cena por 10€ . No, si ya digo yo que ahora que sabemos un poco más tendremos que volver a Tromson, así se lo prometí a mi amiga Beli que por estas cosas de la mala suerte a última hora se ha quedado sin viaje.
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