Cuando Alvaro tenía un año vinimos a vivir a Donosti. Vivíamos en el Antiguo. Yo encontré trabajo en un bachillerato nocturno, trabajo que me dio muchísimas satisfacciones, un lujo enseñar a gente que quiere aprender, y un lujo poder pasar el día con Álvaro primero y con Álvaro y Peru después.
Por las mañanas íbamos a Ondarreta, ayer estuve paseando por allí y al ver unos juegos de niños en la misma playa recordé con orgullo aquellos años.
Entonces no había juegos, los niños bajaban y subían la escalera continuamente, cayéndose y sin caerse, saltando y a gatas, hacia delante y hacia detrás, siempre en la escalera de la playa mientas nosotras, las amas, charlábamos sentadas en el murete.
Recuerdo también que Álvaro correteaba el paseo con su andar incierto y cada vez que veía a un señor mayor le tendía la mano, él había aprendido a andar sujeto al dedo firme del abuelo Ricardo.
Pasamos muchas horas en ese paseo, primero solo con Álvaro luego con Peru en el cochecito y Álvaro sentado a sus pies. Trataba de salir de casa con los niños limpios, las sabanas planchadas y una colcha recién lavada pero simple llegaba con todo patas arriba, eran como dos lagartijas que no paraban un momento y nunca pude presumir de bebés lucidos en coche muy bien vestido.
Qué tiempos aquellos! pensaba ayer entre los tamarindos. Qué alegría recordarlos.
Guardo unos preciosos recuerdos de aquella época, las nuevas amistades, ver crecer a los niños, el disfrutar del paseo y de la playa…
Si…..Pilar, que bonito es recordar, dejarse llevar por los recuerdos.