Es curioso como a veces lo más cercano nos pasa completamente desapercibido, mi padre decía que viajábamos como maletas cuando después de haber paseado por la plaza mayor de Salamanca o visitado el museo del Prado nos hablaba de esto o aquello y no lo recordábamos. A Pasajes de San Juan he ido muchísimas veces, puedo ir dando un paseo desde mi casa, llegar a su calle y sentir el sabor marinero de antaño me gusta muchísimo. Llevaba unos dias dando vueltas a un tema fotográfico: “la mujer y el mar” y después de descartar a las tradicionales bermeanas o a las mujeres cosiendo red en el puerto de Donosti porque ya sólo existen en el recuerdo, empecé a pensar en la mujer actual y el mar y esto me llevó a Pasaia. Era una soleada mañana de lunes y en el pueblo se respiraba tranquilidad, iba caminando y reparando en cada uno de esos enigmáticos callejones que van a dar a la mar, atenta la mirada en esto y aquello cuando topé con la silueta de la batelera. Tantas veces vista como algo insignificante y de pronto dando sentido pleno a mi mañaneo.


Creo que este encuentro se lo tengo que agradecer a mi condición de “dispongo de mi tiempo” y a mi pasión por la fotografía, les estoy muy agradecida porque tirando del hilo de la batelera he pasado unas tardes muy divertidas interesándome por el remo femenino. Ningún lugar como Pasaia para encontrar la relación de la mujer y el mar. Parece ser que el cruce de un lado a otro de la pequeña bahía de Pasajes lo hacían mujeres con sus barcas y este oficio ejercido por mujeres no está documentado en ninguna otro lugar o zona. En Pasaia desde tiempos muy antiguos hay referencia a estas mujeres bateleras y grabados que lo constatan. Los hombre faltaban mucho tiempo porque iban a pescas de altura, se embarcaban para la gran pesca del bacalao y la ballena, y esta tarea de pasar de uno a otro lado no se podía descuidar, había mucho movimiento en el puerto de Pasaia. Pasaia fue, durante siglos, el más importante puerto del Golfo de Vizcaya. A él llegaban barcos cargados de mercancías.

Cuentan que Victor Hugo se quedó a vivir en Pasaia subyugado por el ritmo de las paladas de unas mujeres bateleras y que todos los días desde su balcón las veía entrando a la bahía a través de la estrechísima bocana del puerto dejado a un lado el monte Ulia y al otro el Jaizkíbel.

«Estoy en un ancho balcón que da sobre el mar”
Por otro lado como el canal de entrada era tan estrecho, los buques tenían que arriar las velas unos cientos de metros antes de la embocadura y desde allí eran remolcados hasta el muelle de atraque por embarcaciones a remo tripuladas por 12 o 14 tripulantes. Era un trabajo muy duro y muy bien pagado, ello originaba una dura competencia entre las chalupas dedicadas a estas tareas, estamos hablando del oficio de atoaje o remolcamiento y de los antecedentes de las regatas de traineras. Apenas hacía saber el atalayero que un barco se dirigía a Pasaia, los maestres de chalupa reunían precipitadamente su tripulación que, con toda la fuerza de sus remos, se apresuraba a enfilar hacia el buque al pairo. A mediados del siglo pasado existían tres chalupas, dedicadas a este menester: dos en Pasai Donibane y otra en Pasai San Pedro. En las fiestas de Pasai Donibane, el año 1854, se programó como número fuerte de las mismas, una regata entre las tres chalupas dedicadas al atoaje en el puerto. He encontrado algunos estudios que revelan que no faltó alguna ocasión en que esta tarea la realizasen mujeres. Parece que está muy claro que el bogar era un quehacer habitual y obligado de los arrantzales que iban a los caladeros, de los remeros que se dedicaban al atoaje y de las mujeres que trasladaban a golpe de remo al personal de un lado a otro de la bahía y que cuando el hombre estaba fuera tenían que arrimar el hombro para remolcar los buques que llegaban.
Con estos antecedentes se entiende que la mujer de Pasaia este fuertemente vinculada al remo aunque ha tenido que esperar hasta avanzado el siglo XX para poder entrar en el mundo de las regatas. Empiezan en los años 70 en la modalidad olímpica siendo nuestra primera olímpica una pasaitarra, Eva Mirones. Mirones logró, tras años de cosechar un buen palmarés a nivel internacional, participar en los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004 en el doble scull quedando en la posición 11. A lo largo de la década de los años 80 un equipo de remeras del club Koxtape encabezado por Maite Zinkunegi y Arantxa Sistiaga ocupó un lugar destacadísimo en el remo a nivel de Estado español. Las remeras sanjuandarras lograron subir a lo más alto del podium en skiff, doble scull y cuadruple suca. Por otro lado y más tarde, empiezan a competir en regatas de bateles, las chicas de Pasaia Donibane-Koxtape, estuvieron en las primeras regatas organizadas. El remo femenino se iba introduciéndo en las competiciones de regatas muy poco a poco.
Por poner un ejemplo significativo, en la bandera de la Concha que siempre ha sido la competición más prestigiosa del Cantábrico por su continuidad, por la cuantía del premio y porque encierran la tradición de las viejas pugnas en mar abierto, las regatas femeninas no se introducen hasta el 2008 mientras que los hombres llevaban compitiendo por la bandera de la Concha desde 1879. En estos 7 años desde 2008, de bandera de Concha la competición femenina se ha consolidado. Empezaron llevándose la bandera las gallegas y así continuó durante 5 años, mientras las traineras guipuzcoanas peleaban por hacerse con un puesto de honor. El 2013 les llegó el momento, Zumaia se hizo con la Bandera y por fin el 2014 las chicas de San Juan llegaron a la bandera de la Concha con el título de la liga en la mano y como favoritas. No defraudaron. Se adjudicaron la bandera en une victoria conseguida después de una emocionante pelea con Zumaia.
El tema de la mujer de San Juan y el mar me tenía atrapada y volví a San Juan buscando oportunidad de estar con las chicas. Encontré a Juan Mari Etxabe el hombre que ha conseguido poner a las remeras de San Juan en lo más alto. Juan Mari me explicó que de momento están entrenando en gimnasio pero que enseguida iban a empezar a salir los fines de semana. Quedamos en que un fin de semana estaría temprano en la bahía para seguir su entrenamiento. Iré ilusionada, cargada con mi cámara y con la mirada y el oído atentos para conocer mejor a las remeras de San Juan. Os lo contaré.
Muy interesante, desconocía.