He salido de mañana con mi perra para sacudirme esta tristeza que a veces me invade. He pensado, he llorado,he renegado y el mar y la orilla y la arena como testigos incondicionales compañeros en la búsqueda de horizonte.
Pasadas las Redes he comenzado a mirar hacia el interior, ese bosque oscuro que mira al mar. Después de un rato contemplándolo, la kuska y yo nos hemos metido en el bosque.
Ya me sentía liberada de mis penas, ya renacía en mi la necesidad de disfrutar de algo nuevo,de saber apreciar el momento.Hemos cogido camino arriba y ha aparecido en todo su esplendor el amarillo de las mimosas .Entre las bolitas amarillas veía el mar y oía las olas ¡Qué bonito! y en el recuerdo Soledad Puertolas, las mimosas de su cumpleaños y su madre, mi madre, el mismo mes de nuestro cumpleaños, febrero, el mes de las mimosas. He cogido un ramo que luce ahora en la mesa junto a mi.
Volvíamos radiantes, contentas, hasta habíamos podido comprar el pan y el periódico.Pienso en regalar mimosas a la Juana y a María y a Gisela y ¿a Itxiar? quizá también. Me miro en el espejo del ascensor y me pregunto por qué necesito tanto causas admiración. No le doy más vueltas, estoy contenta, me preparo el desayuno y con el periodíco aparece de nuevo Soledad Puertolas un artículo: «Felicidad viajera» Me identifico mucho con esta mujer y últimamente me topo con ella muy a menudo.
Es un artículo que versa sobre los pequeños viajes que tiene que hacer para dar conferencias, y al final dice:
«Atraviesas el umbral de tu casa y sabes que se ha bajado el telóny que has cumplido con tu papel- por extraño que a veces te parezca-has cumplido y ya está, y te felicitas por ello. Porque ahora que has vuelto sabes que no es tan fácil cumplir los papeles por los que nos movemos por el mundo.No es fácil y ahora descansas y al fin vuelves a tu cuarto para seguir inventando historias o fragmentos de historias con tus perros al lado y la música de la radio a tus espaldas»
¡Qué bien le entiendo!