Nuestro apartamento nuevo en Zahara tenía un minúsculo jardín, a mi siempre me dio mucho apuro llamarlo jardín, y le llamé el saliente, un cachito tierra donde me ilusionaba poder tener mis flores y estar al aire libre.
Aunque siempre supe que era muy pequeño, hasta que no lo vivi no llegue a calcular bien sus dimensiones. Plantamos una glicinia y acabó comiéndose todo el espacio, compré unas sillas y si abrías las sillas había que doblar la mesa, si Kuska se tumbaba ya no podíamos salir.
A la hierba le costaba crecer y cuando no estabamos, se secaba completamente.Mi vecina Nuria se quejaba de las hojas de Glicinia que invadían su espacio El saliente empezó a ser una pejiguera incomoda y rebelde. Como no estabamos por la labor de dejarnos dominar por un cachito tierra ridículo, tomamos decisiones drásticas.
Quitamos la glicinia, pusimos hierba artificial, doble para siempre las sillas y encargue un banco de madera contra el murete.
Conseguimos poder salir sin darnos uno contra el otro o tropezarnos con la Kuska. Nos sentimos bastante satisfechos, ahora había que ir buscando las plantas adecuadas por tamaño, temperatura, corrientes de aire y demás miramientos. La cosa no estaba fácil pero había que intentarlo
Me vine desde el norte con un jazmín de hoja perenne y con una hiedra de hoja pequeña. En el Tejar compramos una pequeña buganvilla. Empecé a llamarle mi patio para ver si se contagiaba de la belleza de los patios andaluces. Nadie daba un duro por mi jazmín y la hiedra era tan chica que apenas se apreciaba. He pasado dos años comprobando que las plantas apenas crecían, que en primavera cogían bichitos y en verano se secaban mucho, por no hablar del polvo que las cubría con el levante.
Para animarme un poco compré plantas aromáticas que le dieron un aire, sobre todo la lavanda que creció muchísimo, pero el jazmín seguía triste y mi patio bastante dasangelado
Este año cuando llegamos en febrero le vi un airecillo que me hizo pensar que podía ser este el año de mi patio. Empecé a abonar las plantas y a cuidarlas mucho, la cosa iba lenta pero iba y yo estaba animada. Hoy, por fi,n he visto el jazmín el flor y la buganvilla espléndida, la hiedra se esta haciendo su lugar y entre las tres componen un rincón del que me siento muy orgullosa.
Después de comer, me he sentado en el banco para comtemplarlo y para oler mi jazmín. El aroma me he trasladado a aquellas cenas familiares en la terraza de Oiartzun, la insustituible tortilla de patata y la botella de sidra. Tertulias interminables en las noches fresquitas de verano oliendo a humedad y a jazmín.
Qué recuerdos más bonitos!, cuando llegaban los chicos, siempre un poco tarde y siempre con mucha hambre, muchas veces con amigos, y devoraban la ensalada y la tortilla y contaban mil y una historias de un verano feliz. Cuando hablábamos de planes, de proyectos, de valores, cuando todavía teníamos mucho futuro por delante.
Un poco adormecida por el sol y por el olor he visto aquella preciosa mesa tan amplia, el mantel azulito, la vajilla de entonces, el carrito donde recogíamos todo para no tenernos que levantar, el jazmín en flor y los geranios del barandao. Lo he visto todo y me he despertado con ganas de escribir
Pilar,que bonito tu jardin,pero lo mejor de todo es, lo bien que te has organizado,que maravilla y puedes soñar con tu pasado,eso ha sido tu triunfo con plantas,bichos,clima….etc
Un beso