Me gusta mucho el museo de Bellas Artes de Bilbao, tengo muy buenos recuerdos de las veces que lo he visitado. Me hablaron muy bien de la exposición de la colección privada de Alicia Koplowitz que se expone estos días en el museo y ayer me escapé sola a Bilbao para disfrutar viendo cuadros. Vaya si disfrute, tengo todavía la retina cargada de imágenes, colores y formas.

Se trata de una colección privada, importantísima colección privada, supongo que toda colección responde a los intereses y gustos estéticos del coleccionista, en este caso reflejan una sensibilidad estética exquisita, y un especial interés por la imagen femenina. Muchas de las 90 obras que componen la exposición, yo diría que la mayoría, hablan de un universo femenino muy poderoso y con personalidad propia.
Pinturas y esculturas de creadores nacionales e internacionales desde la Antigüedad hasta nuestros días. Un paseo asombroso por la Historia del Arte, de verdad, un auténtico disfrute.

Voy caminando atenta por «La persistencia del ideal clásico», «El Siglo de las Luces», «Vida privada, vida pública», y llego al siglo XIX. Juntos Gauguin, Toulouse-Lautrec y Van Gogh me parece emocionante y me detengo un rato en cada uno pensando en color, composición, fuerza y luz
y de pronto me encuentro frente a la obra de VanDongen. Impresionante. Estética, poderío, osadía. Me atrapa.

Picasso , me sorprende con unos colores ocres y grises y con un estilo que no conocía en él. La pelirroja de Modigliani me mira como diciendo «serenate que todavía quedan emociones para rato y desde su mirada vuelvo la vista a la mujer con sombrero que sigue imponiendo en mi retina.

Picasso vuelve con fuerza Cabeza y mano de mujer, es probablemente Picasso el autor más presente en la exposición, ademas de estos dos oleos tiene un dibujo sencillo y luminoso y una pequeña escultura en metal pintado que llamó mucho mi atención.


De la segunda mitad del siglo XX , me cautivó la mirada serena de Mari la mujer de Antonio Lopez, y
la representación de escultura vasca del periodo con obras de Jorge Oteiza y Eduardo Chillida.
Me está pasando aquí como me ocurrió al ver la exposición. Llega un momento que ya no tengo más capacidad de emoción, de asimilar, de retener, siento el miedo de poder perder lo que ya tengo, y siempre decido: tengo que volver. Ayer me paré en Chillida y el recorrido final lo hice pensando en otro día. Pero me topé con Le Dormeur du val de Anselm Keifer y tuve que parar de nuevo, es la obra más reciente de la colección un lienzo de gran formato de 2014 inspirado en el poema de Rimbaud durante la guerra franco prusiana. Muestra el escenario de la tragedia pero elude la presencia del soldado muerto del poema. Un canto a la naturaleza con una visión sensual y colorista. Mucho lirismo en la imagen que me invita a terminar la visita con una sonrisa un poco melancólica. ¡Ay el arte!… ¡qué maravilla!
