Desde que vine a Donosti el 2 de agosto he ido con frecuencia al espacio Tabakalera, no sé si es una casualidad o que va cogiendo el lugar una presencia en la ciudad que lo convierte en lugar de cita y referencia.
Me gusta que sea así y cada día que he ido he disfrutado de un ambiente abierto y luminoso con una oferta cultural a primera vista bastante atractiva.
Alli vimos la exposición de Chema Madoz, disfrutando de su ingenio y admirando el dominio de las luces y las sombras del que hacen gala sus fotografías.
El primer día que llegamos a Tabakalera, refugiándonos de un chaparrón de los típicos de Donosti en verano, nos recibió con mucha alegría la plaza de Tabakalera, un espacio muy logrado, de techos altos y balcones a los pisos. Un conjunto de plantas colgantes atrapó enseguida mi mirada y me resultó muy estético y original pero hasta ayer no descubrí que se trata de una obra de arte más.»Una intervención artística» creo que se llama. de Jerónimo Hagerman
Ayer compartí el espacio de Tabakalera con mi nieto pequeño, Ekain. Ekain tiene 14 meses, todavía no anda pero es un maestro del gateo. Descubrió las escaleras y las subió unas cuantas veces a cuatro patas. Una de ellas llegue tras él hasta la primera planta y allí encontré el panel explicativo de MALAS MADRES.
Malas madres /vidas suspendidas de una cuerda.
Me resulta sugerente este titular y aunque Ekain tira de mi para seguir escalando la escalera, le retengo luchando por leer, pero imposible. Recurro a la foto del panel y mientras subo y bajo escaleras me voy informando.
Me hace gracia que en Mexico llamen así a las cintas porque efectivamente expulsan sus brotes fuera del nido. Continua la explicación:
“Crea un jardín colgante conectando las 45 plantas mediante cuerdas que evocan la red de cabos en un barco. Busca otras percepciones del edificio: sentir vértigo cuando observamos a otro ser vivo que está suspendido en la altura nos advierte de nuestro frágil estado vital anclado a la superficie de la tierra. La relación entre naturaleza humana y no humana nos sugiere la escala que ocupamos respecto al resto del universo.»
Cuando leo esta descripción tan literaria y sugerente vuelvo a las cintas colgadas y a sus brotes suspendidos, al diminuto Ekain sin anclas.
a mi, anclada a la barandilla, a la silla, al suelo firme para superar el vértigo. Y recuerdo tantas veces que me he sentido diminuta en medio del universo y me agrada este pensamiento: en la escala del universo que poquita cosa somos.