Llevo unos días pensando en lo que no queda otra que pensar, ¡con la que cayendo!
Cuando me encuentro dándole vueltas al tema, preguntándome si es que soy una ingenua por pensar que ya estábamos en el límite de la desverguenza política, que más allá no era imposible llegar.
Cuando me encuentro recordando a todos esos alumnos que, al terminar la carrera y sin posibilidades de trabajo inmediato, buscaban máster con el consabido esfuerzo de la familia., o cuando me vienen a la memoria los que lucen en su currículum, tan importante hoy en día, tal o cual máster. En todos estos momentos de esta semana de política desquiciada termino con una exclamación que no acostumbro usar y que me retrotrae a mi madre:
¡Qué desfachatez !

Ya no se usa a menudo la hemos ido remplazando, según la época y la circunstancia, por ¡ qué morro!, ¡qué jeta!, ¡qué sinverguenzas!, ¡vaya tela!, o ¡qué cara más dura!, cualquiera de ellas las escuchamos cada día refiriéndose a los políticos actuales, sin embargo, a mi me viene a la memoria el ¡que desfachatez! de mi madre con el énfasis preciso que ella utilizaba.
Recuerdo el tono con en el que la pronunciaba pero no el momento oportuno de ¡qué desfachatez! , no acabo de retener el referente.
Pensando en ello he llegado a la conclusión de que para ella tenía mucho que ver con el decoro, con el recato, la decencia, la modestia y la honestidad o mejor dicho, con la ausencia de ellas.
Y claro, siendo así, no hay duda que la palabra que mejor viene por lo que la situación tiene de falta absoluta de respeto, seriedad, recato, pudor, modestia, cautela, decencia, honestidad, compostura, dignidad y decoro es desfachatez
¡Qué desfachatez, ni más ni menos, una auténtica desfachatez .