taller de escritura creativa

El contenedor.


PROPUESTA :SUSPENSE   MATERIAL DE APOYO: LOS CIMIENTOS DEL RELATO

Según se acercaba al coche escuchó el pitido de la puerta. Entró y de la misma arrancó. Hay que ver_pensó _qué modernidades,  ya no tengo ni que sacar las llaves del bolso.

Viajaba sola, el silencio de la carretera le situó en el mundo del recuerdo, llevaba el corazón un poco encogido,  acercarse al Puerto era volver a una vida pasada y perdida. Muchas ausencias, demasiadas, mezcladas con buenos recuerdos y con malos recuerdos. Vivencias que habían dejado de ser realidades y que no volverían a serlo nunca.

Desde aquel día hace ya 40 años en que su madre hablaba ilusionada por teléfono, de pie, en la cocina de Gardoqui mientras ella desayunaba,  del apartamento que iban a comprar en el Puerto de Santa Maria, en una Urbanización nueva, junto al mar. Tantos viajes cruzando la península  con noche en la Perdiz. La ilusión de su padre en aquella terraza, y el cariño profundo por la provincia y por Cadiz capital que le había transmitido. Cuando el recorrido de su memoria llegó a los últimos viajes con Casilda le invadió una profunda tristeza. Todo se diluía  en el pasado, ya no formaba  parte de su vida y eso dolía.

Llegó a la Urbanización, la encontró desierta, ni un coche ni una persona, a lo lejos José Luis el conserje cortaba el césped. Le hizo un gesto con la mano  y José Luis se acercó para saludar cariñoso e interesarse por toda la familia. En el piso fue colocando cortinas nuevas, sobrecamas, y fundas de cojines, retirando papeles, objetos inservibles y recuerdos tontos. Llenó algunas bolsas incluso su bolso se llenó de trastos para tirar. Quería dejar la casa impecable para los inquilinos.

Eran ya  las 13,30 , –si me doy un poco de prisa llego a comer a Zahara – pensó. Sabia que en Zahara tenia horizonte allí podía mirar hacia delante sin miedo, Zahara representaba el futuro, le ayudaba a salir del dolor del pasado.

Cogió las bolsas, se aseguró de dejar todo bien cerrado, cogió por último unas sillas viejas de la terraza que había que  tirar. El ascensor, las puertas del portal, las corrientes de aire que se forman y por fin en el coche. Con la sensación de querer huir y dejar atrás la melancolía y la tristeza.

Después de atravesar el portón de la urbanización y mientras se cerraba solo, una parada  en los contenedores de la entrada. Dos grandes contenedores verdes alineados uno junto al otro como haciéndose compañía en la soledad del “fuera de temporada” de una urbanización de verano.

Contenedores1

Ya está, ya ha salido, tira todas estas porquerías y a Zahara. Misión cumplida. Como bebido el jarabe de un trago y con los dedos taponando la nariz para que resulte más llevadero.  Todos los objetos en el contenedor y las sillas viejas fuera apoyadas en él. Sopla un levante freco y se apresura a volver al coche, lleva su bolso colgado.

Esta vez no escucha el pitido de la puerta, que extraño , –la tecnología a veces falla _se dice_ busca en su bolso la tarjetita llave  y no está.

No me lo puedo cree me he dejado las llaves dentro  y se ha cerrado el coche. ¡Dios con la tecnología!

Se encuentra  sola en medio de la nada con su coche cerrado a cal y canto, con dos contenedores verdes mirándole y unas sillas viejas medio caídas apoyadas en ellos. El móvil, la cartera, las llaves y la chaqueta en el coche. Siente tremendas ganas de llorar y llora.

Y pasa el tiempo y cada vez se siente más sola. No ve ninguna  solución. Espera, no sabe bien qué espera pero espera durante mucho rato. Espera porque no puede hacer otra cosa y llega el fin de la espera cuando ve que se acerca una furgoneta , se abre el portón, se cuela junto a la furgoneta y corre a casa de Jose Luis el conserje.

-Jose Luis, fíjese en lo que me ha pasado, paro el coche para echar unos cosas en el contenedor y me dejo todo, las llaves, el móvil, todo dentro del coche, la puerta se ha cerrado ¡qué desastre!.

Josefina la mujer de José Luis le ofrece un poco de agua y una silla porque ve que le tiemblan hasta las piernas. Mientras, José Luis busca en las páginas amarillas y coge el teléfono.  Está hablando con la casa Renault. ella le mira con ansiedad como queriendo adivinar una respuesta, agradece que hable de lo que ha pasado como si fuese algo muy normal.

Al colgar Jose Luis le explica que sólo hay una solución: romper el cristal.

Acompañada de  Josefina que lleva un martillo en la mano, vuelve al coche.

PUMM! martillazo al cristal pequeño, con cuidado, quitan los cristalitos y poquito a poco va metiendo la mano y el brazo hasta agarrar la manilla y abrir la puerta. Respira liberada, se pone el jersey y le despide muy agradecida a Josefina.

-seguro que no necesita nada más

-seguro seguro ahora ya me las arreglo yo, no se preocupe y muchísimas gracias de verdad.

-Bueno, pues vaya con cuidado.

-Sí sí, ahora voy despacito hasta Zahara y mañana ya arreglamos el cristal.Otro día vendré con calma a verles.

Aventura concluida piensa mientras se sienta dispuesta a conducir hasta Zahara con un cristal roto.

Las llaves no están. No están en el suelo, no están en el asiento de alado, tampoco atrás , ni en el suelo de la calle, ¡¡HORROR!!  ¡las llaves!.   Dios! maldita historia que tengo siempre con las putas llaves. Está gritando con un ataque de ansiedad.

Tranquila Pilar– se dice- y  repasa de nuevo cada rincón, ni rastro de las llaves. La  cabeza le da vueltas,se siente superada por la situación, mira los contenedores y se le enciende la luz.

-En el contenedor – Exclama  como diciéndoselo a alguien _ y de un salto sale del coche y abre el contenedor. Allá, lejos, al fondo, aisladas entre cuatro porquerías están las llaves.

Y… ahora qué hago, el contenedor es super hondo y es un contenerdor de basura ¿cómo voy a entrar? .

Su mirada tropieza con  las sillas viejas y abre una, de pie sobre el asiento comprueba  que podría entrar en el contenedor. Lo cierra

¿Cómo voy a entrar en un contenedor? y si entro cómo voy a salir 

Otra vez el contenedor cerrado, la silla abierta, esa silla vieja que había despreciado y ahora es su compañera, le invita a sentarse. La soledad del lugar y las llaves en el fondo de un contenedor. Y ella allí en medio de la nada sentada en una silla rota mirando su móvil como esperando una respuesta en la pantalla.

¿A quién llamo? ¿a quién puedo contar esta historia absurda que estoy viviendo?. A nadie. me siento muy ridícula y no quiero exhibirlo. Esto lo tengo que resolver yo, sola.

Vuelve a abrir el contenedor y comprueba que las llaves están allí al fondo.

Reune las fuerzas que le quedan y se dice a si misma muy resuelta: Debo entrar como sea y debo salir como sea. Si entro subida a una silla saldré subida a una silla.

En un instante una de las sillas viejas está ya en el fondo del contenedor, la otra fuera y ¿ahora?

Se sube a la silla, sujeta con una mano la tapa del contenedor y entra. Ya ha cogido las llaves, con la mano mantiene un poco abierto el contenedor, le agobia la idea de verse encerrada dentro. Abre la silla de dentro busca su estabilidad, de pie sobre ella, una pierna buscando la silla de fuera, la tengo. La otra pierna , las dos piernas temblando y de un salto ya esta fuera en la calle junto al coche con la tarjeta  llave en la mano. Escucha el  pitido de la puerta que se abre.

Al arrancar siente que está huyendo de una pesadilla.  Deja atrás  dos contenedores verdes, unos cuantos cachivaches, dos sillas viejas salvadoras, la soledad del lugar y la melancolía.  Sonríe porque esta historia empieza a ser una anécdota divertida y empieza a mirar hacia delante. En una hora estará en Zahara.

2 comentarios en “El contenedor.”

  1. Bueno Pilar,veo que sigues haciendo que pasemos un rato agradable con tus sucedidos,que bien,lo cuentas tan bien,que da gusto.Me imagino que habras pensado en todo lo que te paso,todo tiene su enseñanza y su porque,yo por lo menos siempre procuro aprender de todolo que me pasa,sea bueno o sea malo. Da resultado
    Un abrazo fuerte

  2. gracias Begoña, sí he pensado mucho en este sucedido. Procuro hacer las cosas más despacio que ayuda pero con las llaves me llevo fatal y no lo consigo solucionar.

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